Por ello, al igual que François Audigier (1), creo que "un curso magistral es tan 'constructivista' como una situación de trabajo en grupo! Comparto las críticas dirigidas a la enseñanza llamada tradicional en su vertiente magistral y aún más por el hecho de ser absolutamente omnipresente, lo que se ha impuesto como una forma tan dominante que dificulta la invención de una diversidad de situaciones (... ) muchas personas, para empezar nosotros mismos, hemos aprendido 'construyendo conocimientos durante clases magistrales".
La llamada clase magistral, pues, no se opone a la apropiación de los conocimientos expuestos por parte de quien escucha en términos de constructivismo, si se dan determinadas condiciones: la escucha atenta, la comprensión significativa, la relación con los conocimientos previos del aprendiz, etcétera. Lo que ocurre es que estos "requisitos" no los traen "de serie" todos los alumnos. En realidad, vienen a la escuela a aprenderlos.
Las clases magistrales fracasan por tres grandes debilidades. Primero porque no son generalmente magistrales, es decir, no son realmente interesantes y brillantes. Son más bien mediocres, convencionales e insípidas En segundo lugar, porque solamente son útiles para un reducido número de alumnos, que ya están formados para construir sus conocimientos de forma significativa con la simple enseñanza directa o "aprendizaje por recepción" que diría Ausubel. Y, finalmente, la clase magistral solo promueve determinado tipo de conocimiento, básicamente declarativo y conceptual, muy alejado de la praxis, de las competencias o de las dimensiones afectivas y emocionales de los aprendizajes.
La clase magistral, pues, sirve para lo que sirve. Ni se opone al constructivismo ni imposibilita su combinación con infinidad de otras formas de hacer clase. En la educación obligatoria es un recurso más, que debe usarse con mesura y en muy breves dosis, compensando sus debilidades con una paleta pedagógica rica y exigente que incluya muchas otras metodologías.
En fin, ahora que tantas vueltas le damos a la LOMCE, vuelvo a leer simplificaciones desafortunadas entre teorías sobre el aprendizaje, metodologías y opciones didácticas. Viejas querellas, antagonismos vanos, más interesados en tener razón que en aclarar la verdad.
(1) François Audigier es profesor de Didáctica de las Ciencias Sociales en la Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad de Ginebra. La cita es del libro: VV.AA.: L’escola entre l’Autoritat i la Zitzània; Barcelona, 2006; Ed.Graó, página 124.