3.3.13

Innovación educativa, pornografía y sexo

Mujeres de grandes pechos, cuerpos tersos, siempre disponibles. Hombres musculosos, con penes enormes, siempre erectos. Así es la pornografía: espectacular, impecable, impresionante. Aséptica y vacía en un mundo atemporal, escenográfico, artificial.

El sexo, en cambio, es real. Se compone de personas, relaciones, sentimientos. De cuerpos cansados, de deseos imprecisos, de mujeres y hombres imperfectos, dudosos. El sexo puede ser amor, pero también es sangre, sudor y lágrimas. En un mundo agitado, lleno de ruidos, encargos, obligaciones...

Así es la innovación y el cambio. Algo imperfecto, azaroso, entre personas, relaciones, sentimientos. En un mundo de límites y propósitos divergentes, lleno de obstáculos y retos. Y, como el sexo, no siempre funciona y hay que remangarse y proponer, tomar decisiones, asumir riesgos, actuar aquí y ahora con lo que tenemos. El sexo, la innovación educativa, muchas veces, se pone cuesta arriba, como la vida misma.

Se podría llamar pedagogía de salón, pero en realidad es pornografía. Demasiados pronógrafos que presentan innovaciones musculosas, aplicaciones erectas, conceptos enormes. A menudo a base de amplificar tímidos intentos, prácticas tangenciales, contextos irrelevantes. Propuestas asépticas y vacías en un mundo atemporal, escenográfico, artificial de blogs, tweets, congresos, conferencias y publicaciones. Bien lejos del sexo diario de aulas y pupitres.

Escultura romana de Príapo

A mi me interesa el sexo, no la pornografía. Naturalmente, porque en el sexo está la vida, que late maravillosa. Está el amor y están los cambios, están las mejoras verdaderas. Si serán pequeñas o grandes, quién lo sabe! Esta construcción, temblorosa, de relaciones y afectos, de aprendizajes mediocres o poderosos que llamamos escuela es sexo, no pornografía.

Si de verdad te interesa la innovación educativa, procura distinguir entre lo que es sexo y lo que es pornografía. Y arriésgate, practicando sexo.