17.6.12

La construcción del éxito y del fracaso escolar

Evocar un viejo libro de Perrenoud en el título no solamente señala la vigencia de un texto de hace 15 años. Es una verdad como un templo. Y más estos días en que en España evaluamos y ponemos notas a troche y moche…

No hace falta insistir en la escasa utilidad de la repetición de curso. Está más que demostrada. Su única virtud es la de dejar atrás a los más pobres, más tontos o más gandules. O sea, abandonar a los más necesitados de educación a su triste suerte, en un curso de niños más pequeños. Ojos que no ven, corazón que no siente.

En las evaluaciones finales siempre plana el debate sobre la necesidad de aprobar a muchos o a pocos. Qué majadería! La necesidad no está en que aprueben, está en que aprendan. Y eso es una suma de tantos factores que no se puede garantizar. No fabricamos objetos, formamos a personas. Cosa pausada, compleja y bella.

Nos aferramos a poner notas, calificar, comparar. Nos atrapamos en fabricar una excelencia, una entelequia basada en artificios contables. Pues sin éxito escolar, no hay fracaso escolar.

A lo largo del curso vamos poniendo números y más números… Luego, claro, ya enzarzados, las letras y las cifras nos arrastran a una vorágine de calificaciones, boletines y juicios sumarísimos: insuficiente, suficiente, bien, notable, sobresaliente.

Nos autoengañamos con las notas, con su falso valor de cambio, cuando en realidad no hay más valor para el aprendizaje obligatorio que su valor de uso: aprendí algo, pues soy más sabio. Ergo más libre.

Clase en el Institut Escola Les Vinyes

La educación obligatoria debe cursarse y punto. Los profesores debemos crear condiciones para que el aprendizaje sea posible. Un curso son sólo unos días que se aprestan a pasar, un diminuto instante inmenso en el vivir. Después mirar la realidad y nada más, que decía Silvio.

Tus alumnos saben lo que saben. Aprendieron lo que aprendieron. No fuimos capaces de más. Ni tú, ni ellos. No busques causas pasadas. No juzgues. No condenes lo que ya terminó. Aprende algo y mejora tu próximo curso.

Hice cuanto pude, profesor.
Yo también, alumno.
Pues un abrazo y buena suerte!

19 comentarios:

Anónimo dijo...

El problema es que sobre estas impresiones...

"Hice cuanto pude, profesor.
Yo también, alumno."

...ambos tienden a mentir.

Buena entrada!

Anónimo dijo...

Repetir no sirve para nada... si el alumno sabe que el próximo año, haga lo que haga, pasará de curso por decreto ley. Y el resto no hace lo que puede porque viendo a los otros hacer lo que les da la gana les hace más pasivos. Al final, los profesores dedican todo su esfuerzo a quien pasa de todo y desmoraliza tanto a los profesionales como a los alumnos que tienen verdadero interés.

Boris Mir dijo...

Anónimo 1, las palabras pueden ser otras: “hice cuanto supe”, “hice cuanto quise”, “hice cuanto me vino en gana”… pero la idea es que todo pasó. Lo hecho y lo no hecho está concluido. Una sanción no repara lo irreparable. Mejor un propósito de enmienda o mejora.

Boris

Boris Mir dijo...

En efecto, anónimo 2, la letra con sangre entra. Si entra poco será por falta de sangre. En eso se basa la educación militar, el gran paradigma histórico de la antipedagogía, una respetable e importante corriente educativa.

La belleza, la bondad y la verdad, en cambio, se aprenden con la grandeza y el afecto del maestro, siempre exigente con la tarea, siempre generoso con el alumno.

No he tenido jamás alumnos que "pasaran de todo".
Los he tenido desesperados, con dificultades severas de aprendizaje, algunos viviendo a caballo entra la pobreza, la violencia y el desamor. Los he tenido perdidos, violentos contra ellos mismos y contra los demás, encerrados en la jaula de su impotencia.
Los he visto esconder, tras la soberbia y el desprecio, tras la agresividad y la falta de respeto, sus debilidades y su desesperación.

También he visto un montón de docentes altivos, con argumentos perfectos, para esconder su falta de esperanza y alegría. Incluso encontré algunos que sí que “pasaban de todo”, ocultando su impotencia, su soledad o su falta de profesionalidad.

Alumnos y profesores somos algo simbióticos, anónimo, así que acaso solemos tener los alumnos que merecemos.

Boris

Sr. dijo...

Curioso, este fin de semana hemos tenido un debate doméstico sobre "el valor del suspenso", no ya de la repetición que depende de una acumulación de suspensos sinó del suspenso que depende tanto del alumno como del docente, aunque nos decantamos (domésticamente) a que depende tal vez más del docente que del alumno.
El pasado jueves comparaba dar clases a pescar, uno puede ir dando golpes con la caña aquí y allá y difícilmente conseguirá atraer la atención de los peces, en cambio, con paciencia, mimo y el cebo idóneo los peces van acudiendo y uno tras otro van cayendo en las manos del pescador. Evidentemente siempre hay peces que por una cosa u otra no responden al tratamiento pero eso entra dentro de la "diversidad", que no nos engañemos, se trata con recursos que no tenemos, por lo tanto no se trata.
Y és ahí donde radica la "culpa" del fracaso, en trabajarse al alumnado, en hacerles partícipes de su aprendizaje, en tratarles como a personas y no como objetos "aprendientes", saber escucharles e intentar hacerles comprender la utilidad que tendrá para ellos aprender (aunque muchas veces nosotros mismo dudamos de "esa" utilidad) ayudarles a aprender y entusiasmarles por el trabajo bien hecho, recompensarles con palabras y gestos de afecto.

Al fin y al cabo los alumnos nos recuerdan más por los valores que les transmitimos que por los contenidos. De hecho, yo mismo recuerdo a mis profesores por su forma de ser más que por el contenido de sus clases.

Salutacions i ànims!

Begonya Folch dijo...

Tuve la suerte de escuchar a Ángel Ignacio Pérez Gómez el pasado sábado (Jornada d'equips de l'ICE de la UAB). Copio una de las frases que anoté: "Nosotros enseñamos conscientemente lo que sabemos, e inconscientemente lo que somos". Lluís me ha hecho recordarla al escribir que nuestros alumnos nos recuerdan más por lo que somos que por lo que enseñamos.
Preciosa entrada. Coincido con todo, con el afecto (a cambio de nada, un regalo), la exigencia (muestra de afecto, en tanto que alta expectativa depositada sobre el alumno, todo un regalo) y la generosidad (ya había aparecido, ¿lo han notado?).
Es la ecuación perfecta: afecto, altas expectativas y reconocimiento. Algunos de nuestros alumnos han sido alimentados así desde la cuna. Nos llegan bien dispuestos a aprender porque alguien antes que nosotros se ocupó bien de mantener constante esa ecuación perfecta, de combinar el reto adecuado con el reconocimiento adecuado, dejando claro que confiaba en el logro, en la persona, y todo ello envuelto en un fértil afecto.
Otros alumnos nos llegan de otras manos, manos que han dimitido de amar incondicionalmente, de confiar incondicionalmente, de exigir lo adecuado, de dar ejemplo, de reconocer los logros... "Porque al que tiene se le dará más y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene", parábola de los talentos, más conocida como efecto Mateo en educación.
¿No deberíamos ser los docentes los que más se esforzaran por romper ese efecto? El hecho de que, aun con el máximo esfuerzo, no lo consigamos en algunas ocasiones, no justifica la dimisión del esfuerzo. Además, en realidad estamos lejos de poder ver si lo conseguimos o no: normalmente sucede cuando ya no podemos verlo. Es un acto de fe. ¿Será esa también la grandeza de la que hablas, Boris?

Boris Mir dijo...

Hola Lluís!

Lo de las notas tiene una misión: documentar el fracaso, sistemáticamente y implacablemente. Pongo un 4 aquí, pongo un 3 allá, pongo un “no presentado” en este trabajo, pongo “un negativo” de clase… y así poniendo, poniendo llego a junio. Y claro, “me sale” que suspende. Olé tus números!

Pero la misión imposible es otra! Tras el primer tropiezo -15 de setiembre, a lo sumo – anotar: “primera propuesta alternativa” y luego “nuevo compromiso adquirido” y más tarde “actividad de metacognición” y detrás “primera personalización de las tarea” y otra “nueva conversación pedagógica” y “Otra forma de acreditar lo aprendido” y… “decimocuarta incorporación de propuesta del alumno”… Y así hasta junio.

Nada de culpa, pues. Insisto, nuestra obligación no está en lograrlo, está en intentarlo.

Bueno de esto y otras cosas hablaremos, supongo, el próximo año en Les Vinyes, broder!

Un abrazo!

Boris

Boris Mir dijo...

Hola Begonya!

Bueno pues eso, lo que dices, que lo sabes decir mejor que mi post: exigencia con efecto, altas expectativas y reconocimiento.

Tontos, pobres o gandules… es mi tosca forma de contarlo, sin duda provocadora. Tú lo dices sabiamente cuando hablas del papel de la familia, el entorno, el patrimonio cultural y afectivo que cada niño trae de casa.

Hay que romper el círculo, el efecto Mateo. Aunque es difícil. Hay que desmentir con el principal predictor del éxito escolar: el nivel académico o cultural de la familia, mayormente la madre, cuidadora principal.

Por eso hay que compensar. No solo en dinero para la escuela, sino en generosidad y afecto. Esa es la grandeza que se nos exige, que no siempre alcanzamos.

Gracias Begonya!

Israel Rodríguez dijo...

Estimado Boris, maestros y maestras lectoras!
Tengo 36 años, nunca repetí curso de primaria, aunque tal vez en su día muchos se lo plantearan o no, eso no lo sé. Lo que sí sé es que desde segundo de primaria mi experiencia académica la recuerdo traumática hasta el punto que decidí no estudiar más. Acabé octavo de EGB con tres asignaturas suspendidas que no recuperé y salí de la primaria con el título de fracaso escolar.
A día de hoy estoy haciendo un máster en avances en investigación y tratamientos en psicopatología y salud, soy licenciado en psicología, diplomado en magisterio de educación especial y técnico superior en integración social.
Obviamente, no era fracasado escolar. ¿De quién fue el fracaso?
Simplemente invito a la reflexión y recuerdo que la escuela es uniformadora y las personas, concretamente los niños, cuando están bien y son felices, disfrutan con los aprendizajes, con eso que desde la teoría de autorrealización llaman competencia, autonomía y relación para la cobertura de las necesidades psicológicas básicas. Los niños aprenden intelectualmente en las escuelas pero sobre todo, han de aprender a gestionar sus emociones (rendimiento, conflictos, interacciones)y qué mejor que los retos académicos para gestionarlas y el trabajo en grupo.
Un fracaso académico es un fracaso del sistema, no del niño, porque los niños no fracasan, simplemente, participan activamente o no participan, porque tonto es quien se piensa que tontos son los demás. Recordemos que uno puede tener conocimiento y no aplicarlo, puede saber cosas y no mostrarlas. Es lo que tiene el aprendizaje social. No se subestime, ni a los niños tampoco. Hasta los niños de educación especial, cuando son atendidos como necesitan, rinden óptimamente. Simplemente hay que ajustar la zona de desarrollo próximo.
Ahí les dejo estas líneas para que se planteen si la primaria es susceptible de suspenso o debe ser una etapa de aprendizaje más ocioso que prepare y motive a la fase siguiente que es el instituto.
Otro tema es el trato del alumnado o "mis niños". El paternalismo o maternalismo en el aula no ayuda a que el alumnado vaya desarrollando una actitud adulta de responsabilidad y consecuencia de sus propias conductas. Pero este sería otro aspecto a desarrollar.
Educar es acompañar en ese proceso de crecimiento, madurez y desarrollo biopsicosocial; y actualmente nos encontramos con el reto de asesorar a los padres y madres para que el trabajo realizado con los hijos tenga más probabilidad mayor beneficio.
Un saludo y ánimo.

eduideas dijo...

La educación obligatoria debe cursarse, sin duda, pero para ello hay que cambiar la ley
a) no se puede abandonar el sistema a los 16 años sino tras acabar 4º
b) no se puede repetir (o al menos limitar este recurso) para que no haya tanto desfase entre edad y curso y no se produzcan abandonos
c) mayor agilidad en casos de absentismo y reubicación de centro

Carlos Hevia dijo...

Del libro de Philippe Perrenoud:
En las sociedades industriales, la escolarización no es ya una forma incipiente, aún marginal, de transmisión cultural, sino, por el contrario, la forma predominante. Nuestra sociedad está "escolarizada", incapaz de pensar en la educación según un modelo que no sea el escolar.
Durante siglos, los aprendizajes, los procedimientos formativos caminaron por otros derroteros, esencialmente a través de la práctica; práctica guiada por los padres, por un maestro de aprendices o un compañero, o , incluso, entre la nobleza por un preceptor, un maestro de armas, de equitación o de danza.
En la Edad Media, antes del Renacimiento e, incluso, al principio del Antiguo Régimen el estudio representaba, para quienes se dedicaban a él, tanto una forma de vida como una preparación para ella. Los alumnos se preocupaban de estudiar - o de vivir juntos - más que de lograr éxitos, y los maestros de enseñar más que evaluar.

Y los maestros ahora nos preocupamos de evaluar más que enseñar...

Boris Mir dijo...

Hola Israel,

Gracias por tu aportación y por tu historia personal. Hay tantos “fracasos” que no son tales!
Lo que es seguro es que la escuela deja una huella indeleble en los niños, para bien o para mal.

Por otra parte, yo no encuentro muy diferente la educación secundaria de la primaria. Creo que en ambas tratamos lo básico y ninguna de las dos es susceptible de tener el suspenso como herramienta útil de aprendizaje. El suspenso es, acaso, una opción muy, muy excepcional que se aplica en casos muy concretos. Como seria actualmente el adelanto de un curso a algún alumno, por ejemplo.
Para mi la diferencia substancial está entre educación obligatoria y no obligatoria.
Pero ese ya es otro tema. :)

Un abrazo fraterno,

Boris

Boris Mir dijo...

Hola Eduideas!

Estaría de acuerdo en que tienen que seguir hasta “aprobar 4º”, si el sistema fuera más flexible y más personalizado. No puede estar todo el mundo haciendo lo mismo siempre y insistiendo en métodos y contenidos que no han dado ningún fruto en ese alumno. Hay que considerar tres cosas, a mi entender, para poder personalizar el aprendizaje: la diversidad de intereses, la diversidad de aptitudes y la diversidad de perfiles de aprendizaje. Partir de aquí hay que personalizar los contenidos, las formas de enseñar y los sistemas de evaluación.

Entonces, sin duda, deben permanecer en el sistema hasta que aprendan los mínimos, tengan la edad que tengan.

Un abrazo y gracias por venir!

Boris

Joan dijo...

Carlos:
Ya me daría con un canto en los dientes si los maestros se ocuparan de evaluar. De evaluar de verdad, porque cuando se habla de junta de evaluación debería decirse junta de calificación, que no se suele hacer otra cosa, por lo menos en mi experiemcia de 12 años en más de 20 centros distintos en distintas zonas de Cataluña.
Ahora me gustaría plantear una pregunta: ¿podemos enseñar a los profesores a ser empáticos con los alumnos?
Veo mucha actitud "endiosada" en su pedestal de licenciado, incluso he conocido casos que abiertamente te dicen que odian a los adolescentes, y son gente que van a estar delante de alumnos hasta su jubilación porque tienen una plaza de funcionario.
Otra pregunta: ¿Cómo se mide en unas oposiciones la capacidad de ponerse en la piel del alumno que tienes delante? O la capacidad de adaptarse a las distintas realidades sociales? O tantas otras por el estilo.
Completamente de acuerdo de que el que fracasa no es el alumno sino el sistema educativo.
Cómo me gustaría trabajar con profesores con opiniones como las vuestras, porque sin trabajo en equipo no somos nada, es remar contra corriente.
Un saludo a todos.

Boris Mir dijo...

Hola Joan!
Toda la razón: evaluar y no otra cosa deberíamos hacer los maestros.

Veinte centros en 12 años! Espero que en alguno de ellos hayas encontrado criterios como los nuestros! :)
Tienes razón, realmente es un privilegio trabajar con buenos profes... Ojalá este año tengas suerte en tu centro, Joan.
Un abrazo,
Boris

Marc Florit @Cramtirolf dijo...

Gracias Boris por este blog que acabo de descubrir. No soy profesor pero opino como padre...
Evidentemente el sistema está mal diseñado y estoy de acuerdo en que el repetir curso no es solución de nada pero, es realmente necesario que todos los niños sean clasificados por edad? Lo veo tan absurdo como que en un centro de trabajo los equipos estuviesen formados por personas de la misma edad.
No seria mas lógico una agrupación más natural? Eliminando, o al menos rediseñando, el concepto del grupo-clase?
No tengo la solución, sólo dudas, lo lamento...
Gracias,

Boris Mir dijo...

En efecto, Marc, no es necesario agrupar a los niños por la misma edad. De hecho, puede haber 12 meses de diferencia entre el más pequeño y el mayor de la clase. En España usamos lo años naturales (de enero a diciembre) y en Holanda, por ejemplo, usan el curso escolar (de setiembre a agosto). Esto, en las primeras etapas, puede ser significativo para los pequeños.

La idea básica es que los niños tienen "un parecido desarrollo" cognitivo, afectivo, etc. a edades parecidas. Esto es muy discutible, pero es útil y objetivo.

¿Cuando dices, "natural", a qué te refieres?

Para mi, el tema de fondo, más allá de la edad, es cual debería ser el criterio fundamental para agrupar a los alumnos: la homogeneidad o la diversidad. Y qué entendemos por cada uno de estos dos conceptos, claro.

Sin duda el tema merece una reflexión aparte. Me la pongo de deberes para publicarla algún día!

Un abrazo y muchas gracias por tu interés en el blog,

Boris

ricardo alumno dijo...

alquien esn este blog colavoreme tengo una pregunta que determina el exito o el frecaso de una actividad pedagogica se lo agradesco de corazon quien me responada

PittMichels dijo...

La respuesta a anonimo 2 - de lo más bello que he leído en bastante tiempo.
Gracias