5.8.21

Criticar desde la barrera, actuar desde la contradicción

Criticar, es decir, analizar y comprender la complejidad del mundo educativo, poner luz sobre el conflicto de intereses entre aprendices, familiares, docentes, administración educativa o modelos sociales. Exponer las contradicciones que existen en el seno de la institución escolar, en lo más profundo de una sociedad desigual que tolera la segregación escolar, la falta de recursos o la presión económica sobre la escuela. Algo completamente necesario, imprescindible en una sociedad democrática y abierta. ¡Bienvenida sea la crítica!

Pero la crítica sin acción es travesía de buque amarrado. La crítica debería ser como los versos de Celaya: «Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos». Es decir, los actos cuentan tanto o más que la crítica o la denuncia. Actos de docentes que van más allá y que asumen riesgos, se mojan, se empantanan en iniciativas, proyectos, acciones.

Prefiero no criticar y hacer algo. Asumo un grado considerable de contradicciones, para actuar con los medios disponibles, con los proyectos posibles, con las personas dispuestas a aliarse, más allá de nuestras innegables diferencias. Un pragmatismo que genera oportunidades sin renunciar a los valores propios, que no vacila en negociar con lo posible, interpelándolo activamente. Equivocándome muy a menudo, acertando pocas veces.

Criticar desde la barrera es lo contrario a actuar desde la contradicción. A mí no me sirve, ni me interesa. Sinceramente, me cansa. Así pues, no me reconozco en aquel que critica el modelo tradicional de escuela, sino en el que trata de encarnar un modelo diferente en su centro. Tampoco valoro en mucho aquel que critica la superficialidad de determinadas innovaciones, sino quien procura prácticas de calidad con sus alumnos. Cansado de la enésima denuncia las pesudo pedagogías, admiro el esfuerzo en aportar conocimientos pedagógicos fundamentados.

Limitarse a la mirada crítica, atrincherarse en la denuncia permanente de «lo que hacen mal los demás» acaba siendo una cortina de humo para esconder la inacción, la falta de iniciativa o la cobardía de exponerse y equivocarse. 


10.1.21

Preguntas respetuosas, relaciones poderosas

Hay un consenso entre pedagogos que los maestros deberían preguntar más y afirmar menos. Incluso que los alumnos deberían preguntar más y, sobre todo, saber hacerse buenas preguntas. Estaría por ver si los docentes sabemos hacernos buenas preguntas para modelar este aprendizaje, pero este no es el motivo de esta reflexión.

Las preguntas que hacen los docentes son, en demasiados casos, preguntas retóricas. Es decir, son preguntas en las que incorporan ideas propias y que en realidad son formas de afirmación. No son pues preguntas de verdad, ni buenas preguntas como tales: son preguntas antagónicas.

También abundan las preguntas sobre el aprendizaje. Las preguntas respetuosas a las que me refiero tampoco no son preguntas para evaluar qué dificultades existen. El feedback, la evaluación formativa y todo eso está muy bien, pero las preguntas respetuosas son otro tipo de cuestiones.

La preguntas respetuosas - Edgar H. Schein las llama preguntas humildes (1) - son preguntas que nacen de un interés y curiosidad genuina por la otra persona. Son preguntas que no influyen ni en la forma ni en el contenido de la respuesta: aceptan la respuesta de otro, sea la que sea. No son preguntas simplemente educadas, son preguntas que exhiben un interés sincero por el otro, en este caso, por el aprendiz.

Las preguntas respetuosas sirven, básicamente, para construir la relación pedagógica, para crear las condiciones de posibilidad de todo aprendizaje relevante. Son las primeras preguntas imprescindibles y las siempre necesarias a lo largo del curso.

No me refiero al necesario "tono respetuoso" de las preguntas, me refiero a un "tipo respetuoso" de preguntas. No son cuestiones para diagnosticar cómo se siente, ni qué sabe, ni qué piensa hacer... Son conversaciones para olvidarse del estatus de docente, para ponerse al alcance del estudiante y reconocerlo como persona. Sirven para comunicarle implícitamente "Puedes ayudarme o bien obstaculizar mi labor docente, puedes elegir porque ahora dependo de ti. Estoy dispuesto a estar en tus manos, a escuchar lo que tengas que decirme, sea lo que sea." Esa humildad - tan difícil en nuestra cultura escolar - es la que pienso que forja el respeto mutuo y la confianza. Nuestra relación no se basa entonces en un estatus inferior o superior, sino que se basa en una interdependencia reconocida. 

Primero las relaciones, después el contenido.

Por supuesto que esto se inserta en determinada cultura de aula y puede parecer chocante en algunas concepciones de la educación. Cada maestro establece qué tipo de relación pedagógica prefiere. Sin duda la humildad respecto al alumno choca con una visión autoritaria, pero también incómoda en una cultura que valora más alcanzar objetivos que forjar relaciones. Pero creo que eso va contra una cultura de aprendizaje efectivo a medio plazo. Connection before Content: primero las relaciones, después el contenido, afirma Nancy M. Dixon.

Hacer preguntas respetuosas es una forma simple y efectiva de construir relaciones de reconocimiento y afecto. En ocasiones es algo tan simple cómo preguntar ¿qué estás aprendiendo? o ¿cómo te va? con la intención, honesta y sincera, de conocer y comprender al alumno. Creo que un buen docente debería saber hacerlas. Yo sigo aprendiendo a hacerlas a mis alumnos en la facultad y a los innumerables equipos docentes con los que trabajo actualmente.

(1) SCHEIN, Edgar H. (2013) Preguntar con humildad. El sutil arte de pedir en vez de exigir. Barcelona, 2014; Ed. Urano.