26.3.17

Autorregulación, la evaluación formativa en manos de los alumnos

Parece que no hay nada bueno asociado a la evaluación. Escuchamos la palabra "evaluación" y nos ponemos de mal humor. Pero la evaluación es una herramienta imprescindible, especialmente entendida como regulación del aprendizaje. Asociar evaluación con calificación o juicio es simplificar su función. La evaluación formativa en manos del alumno sirve para la autorregulación. Esa es la función de la evaluación que más conviene al aprendizaje.

Una forma sencilla de promover la evaluación, entendida como autorregulación del aprendizaje, es formularse determinadas preguntas relevantes que sirvan de foco para la reflexión y para la orientación del propio aprendizaje. Preguntas simples que se hacen los propios estudiantes, como las siguientes.

1. ¿Para qué estoy haciendo esto?

Esta pregunta enfoca la finalidad de la actividad de aprendizaje. Muchas veces los estudiantes no saben la finalidad del trabajo que están realizando. No saben cuál es el propósito de escuchar, escribir, dibujar, comparar, hacer un informe, resumir...  Los alumnos asimilan la actividad con el objetivo de aprendizaje, es decir, piensan que lo que hacen tiene un fin en sí mismo y esto les impide regular su aprendizaje.
Uno puede estar escribiendo un texto para aprender a reflexionar o para aprender a redactar, o para asegurar una transferencia, por ejemplo. La prioridad del aprendizaje es distinta en cada caso y, en consecuencia, el éxito también es diferente.

Yo acostumbro a formular la pregunta directamente en relación al aprendizaje esperado: Haciendo esto, ¿qué estamos aprendiendo? Si la respuesta es "nada", tenemos un problema!


2. ¿Qué voy a hacer para lograrlo? 

Esta pregunta orienta al alumno hacia la acción y la planificación. Pone en el centro la necesidad de una actividad consciente y dirigida por el aprendiz.

Es verdaderamente sorprendente la cantidad de veces que las acciones no guardan relación con el propósito. O, simplemente, no se relacionan conscientemente con él, de manera que el aprendizaje será efímero y de poca calidad. Relacionar las acciones con los objetivos por parte de los propios alumnos, no del docente, es una obviedad, pero no lo hacemos la mayoría de las veces.

3. ¿Cómo sabré que lo he logrado?

Esta pregunta invita a una mirada retrospectiva, pero también a encontrar evidencias de que se ha aprendido algo. Terminar un trabajo, resolver un problema, revisar un escrito...  no significa haber logrado aprender algo.

La conclusión "Ya he terminado!" no es la misma que "Ya me lo sé!". A menudo certificamos que sabemos algo cuando lo usamos en otro contexto, en otra situación. Es lo que llamamos transferencia. Es la mejor manera de saber que se ha logrado.

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Si los objetivos de aprendizaje no son transparentes para los estudiantes, si los procesos de aprendizaje no se orientan a alcanzar resultados, el aprendizaje será superficial y, con certeza absoluta, no habrá transferencia alguna de lo aprendido.

La autorregulación es una herramienta simple para ayudar a clarificar el propósito y el proceso de lo que hacemos. Una forma amable y simple de evaluación, una tarea constante asociada a toda situación de aprendizaje, sin calificaciones, ni juicios de valor. A veces, bastan simples preguntas, una didáctica de andar por clase.