21.9.14

Poder en el aula, coacción o influencia

Se puede entender el poder en clase, de forma algo simplificada, como la capacidad de determinar los actos de los demás. En clase todos tenemos alguna parte de poder, aunque el docente se lleva la palma. O no.

Hay dos vías para ejercer el poder sobre los demás: la coacción o la influencia. La coacción es la capacidad de obligar a otro a hacer lo que uno desea. La influencia es la capacidad de estimular a otro a hacer lo que se le propone. Las dos opciones ejercen el poder, pero por diferentes caminos.

Confiar en los alumnos, tratarlos con respeto y amabilidad, no gritarles, ni avergonzarles aumenta nuestra influencia sobre ellos. Aumenta nuestro poder sobre ellos. Obligarles, imponerles, amenazarles, dar órdenes, también aumenta nuestro poder sobre ellos.

La principal diferencia reside en el medio plazo y en la relación pedagógica. En ese caso sabemos que influir sobre los demás es mucho más eficaz que coaccionarles. A las personas nos gusta actuar según nuestra voluntad y nuestro criterio. Y los alumnos son personas, no?

Ejercer el poder en clase de forma correcta no es ‘hacer que las cosas pasen’, es ‘conseguir que los alumnos quieran hacer lo que hay que hacer’. Algo bien sabido en muchas organizaciones. Para lograrlo hay que invertir en la relación pedagógica y desarrollar un poder basado en la influencia. En otras palabras, hay que acrecentar la autoridad sobre las bases de una buena relación.

Buen curso a todos y un abrazo des de l'Institut-Escola Les Vinyes.

11 comentarios:

Ainhoa Ezeiza dijo...

Y yo me pregunto: ¿por qué tienen que hacer los estudiantes lo que nosotros queremos que ellos hagan? ¿qué hay de lo que quieren ellos? ¿por qué tenemos que impregnarles de nuestros discursos, en lugar de dejar que construyan sus propios discursos? ¿por qué consideramos que lo que ellos saben es "ignorancia" mientras que lo que nosotros sabemos es "sabiduría"? ... me pregunto...

Yo no necesito poder, ni quiero tenerlo ni quiero ejercerlo ni quiero que otros lo ejerzan sobre mí, sea por coerción o por manipulación.

Ramon P. dijo...

Al final se trata de sentido común: gestiona el ambiente y las relaciones del aula para poder trabajar de manera eficiente y eficaz. Y eso pasa por el respeto, la ayuda, el compromiso de todos para contodos (incluyéndonos a nosotros, los docentes). Un placer leerte y un placer que estés #devuelta! Saludos!

Boris Mir dijo...

Hola Ainhoa!
Hola Ramón!
Lo que yo quiero es que los estudiantes aprendan. Y en función de eso, hago mi trabajo de profesor. Para mí, enseñar es crear las condiciones para que el aprendizaje sea posible. La ignorancia y la sabiduría están repartidas, nunca he tenido ese rol en clase.
El poder te lo ha concedido la institución, la sociedad y la comunidad a la que sirves. Desentenderse de ello me parece algo imprudente o demasiado cándido.
El poder existe y debe gestionarse de forma transparente, dialógica y democrática. Y la responsabilidad es de todos, pero el profesor es un adulto y es un profesional de la educación. Así que tiene más responsabilidad que nadie en garantizar, tutelar y enseñar ese reparto justo y equitativo del poder.
Por otra parte, el sentido común está muy reñido con las formas clásicas y jerárquicas de la escuela tradicional, Ramón. Ayudar a construir sus propios discursos es muy sensato, pero, desgraciadamente, no es la práctica habitual de muchas aulas. En eso estamos, pues.
Gracias por comentar!
Boris

Ainhoa Ezeiza dijo...

Lo que planteo es que los saberes no son algo definido, establecido y fijo que hay que transmitir sino algo que se construye colectivamente. Si como docentes predeterminamos lo que los estudiantes tienen que saber (me da igual en Secundaria que en Infantil que en la Universidad), cerramos la posibilidad a la construcción y nos quedamos con una transmisión que puede ser más o menos "dolorosa" o más o menos comprensiva.

Mientras sigamos diseñando, estableciendo programas y aplicando curriculums, poco margen vamos a dejar para el intercambio de saberes.

Solo un par de notas para no alargarme:
- yo no sirvo a la sociedad o a la comunidad, sino que SOY PARTE de la sociedad y de la comunidad. El servilismo es una forma de sumisión al poder.
- en ningún momento he dicho que me desentiendo, nada más lejos. Hacer dejación del poder (desempoderarse) es resistirse al poder vertical para facilitar el flujo horizontal y la construcción colectiva.

Ramon P. dijo...

Me parece apasionante el tema del poder en el aula y, por eso, me encanta el trabajo y las reflexiones de Ainhoa. No se si se trata de "poder" o no, pero creo que hay que evitar los roles definidos por la escuela y la enseñanza tradicionales y buscar nuevas dinámicas y metodologías de trabajo más democráticas e igualitarias en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Y es en ese sentido donde estoy de acuerdo con la idea de Boris de generar la condiciones adecuadas para evitar y huir de la coacción y potenciar el aprendizaje en un contexto apropiado. En fin... como dice Boris, en eso estamos... Un saludo a ambos!

PittMichels dijo...

Creo que hay que matizar para no caer en la trampa de asociar "poder" con posibles conotaciones negativas. "Poder" no es necesariamente "fuerza" o "violencia". Donde hay imposición/coacción/confrontación suele haber fuerza (física, psicológica; institucional), pero casi me parece que poco poder real, porque la fuerza no convence, solo vence. ¿No tiene que ver el poder (real) con la autoridad, la integridad y la capacidad de convencer/motivar/persuadir? "Poder" integrador contra "poder" de confrontación. ¿No se crea mucho más poder en el aula si se logra abandonar el (a menudo artificial) paradigma de la confrontación substituyéndolo por la colaboración, la cooperación y la cocreación? ¿No sería este el camino hacia la "empoderación" de los estudiantes (sinónomo de aprendizaje). Si queires que aprendan, al final tendrás que asegurarte de que desarrollen su poder.

mariana01 dijo...

yo solo quiero saber la influencia d el coacción e el proceso de aprendizaje

Dama dijo...

La metáfora con dos enamorados me parece pertinente, aunque sería más apropiado decir de una enamorada tratando de conquistar no a uno, ni dos, ni tres, ni 100, ni 300, sino a muchas más personas, sus gustos, sus formas, sus necesidades y cuando cree que por fin logrará un beso de amor algo pasa, un tono de voz, una palabra mal dicha, cualquier traspié y se acabó, volver a empezar o peor ahora hay que contentar, tratar de volver a conquistar y cuando ya lo va a lograr, se acabó el tiempo, pasan al siguiente clei. Es tan desgastante que se me ocurre otra pregunta ¿por qué los tengo que conquistar o contentar? y ¿desde cuándo las relaciones educativas se volvieron tan personales? ¿por qué me llaman “cari”o “mor” o “prince” o “bebé”?, eso no me gusta. ¿Puedo evitarlo? Depende.

Unknown dijo...

hola

Anónimo dijo...

👍

Anónimo dijo...

Menos mal que leo algo con sentido, gracias por su reflexión.