30.10.06

La (falsa) formación inicial del profesorado

La verdadera formación inicial del profesorado dura quince años: los de la escolaridad obligatoria y el bachillerato. Cuando ingresan los futuros maestros en las facultades de magisterio ya tienen absolutamente aprendido en qué consiste la cultura escolar y sus valores, sus patrones de excelencia o fracaso, los roles de la institución, el maestro y los alumnos. Explícita o implícita, la cultura escolar está poderosamente arraigada en ellos.

Es posible que la formación en la universidad modifique estas concepciones previas, pero según afirma Ángel I. Pérez, catedrático de la Universidad de Málaga, las representaciones que tienen del sistema escolar los profesores veteranos coincide exactamente con la que tienen los alumnos al finalizar la enseñanza obligatoria. Los maestros recién salidos de magisterio poseen ideas alternativas... que desaparecen en un breve plazo de pocos años.

Se puede interpretar de muchas maneras esta situación. Es posible que la formación que ofrecen las escuelas de magisterio esté fundamentada en una falta de realismo tal que no resista la implementación en las aulas, y por lo tanto, resulte impracticable para los nuevos maestros. Es posible que la fragilidad e incertidumbre del novel sucumban ante la “presión social” de la escuela convencional y que, en virtud de una necesidad adaptativa, las propuestas diferentes se aplacen sine die. También es posible que el gran poder de socialización que tiene la cultura escolar vivida no pueda ser modificado en tres o cuatro asignaturas universitarias.

Más importante que la interpretación, me parece que debe ser la reflexión sobre cómo debería ser la formación (falsamente) inicial del profesorado para posibilitar que los jóvenes maestros accedan a un perfil profesional lo suficientemente sólido como para que no reproduzcan patrones escolares antiguos, cuando no obsoletos para las necesidades del siglo XXI.

Por eso procuro asumir que, realmente, nada empieza con la formación inicial. En el sentido literal, el único que empieza en la formación inicial… es el formador! Los profesores en prácticas, los alumnos del CAP o los interinos que asisten a cursos de formación ya poseen una tupida red de significados, de ideas, de recursos. Normalmente convencionales, insuficientes, tambaleantes… pero también, ¿por qué no? provisionales, tímidamente innovadores, vividos con la intensidad de los comienzos… Los formadores debemos insertarnos en su formación, modestamente, y ofrecerles acompañamiento y conocimientos arraigados en prácticas reales para que adquieran su oficio transformando lenta y, a veces, dolorosamente, sus concepciones iniciales.

---

Por estas fechas empiezo siempre la mal llamada formación inicial y procuro mentalizarme de que en treinta o cuarenta horas de trabajo no podré, ni mucho menos, modificar demasiado las concepciones y las prácticas de los jóvenes en prácticas. Pero no por ello dejo de trabajar para que asuman dos ideas fundamentales: que existen prácticas reales diferentes de los modelos en los que fueron educados y que la formación es un camino infinito cuyo rumbo corresponde determinar, solamente, a cada uno de nosotros.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

post muy interesante, me gustaría leer más sobre ese estudio

Marauder dijo...

Para luchar contra los efectos negativos de la cultura escolar, lo primero sin duda es hacer al sujeto consciente de que los padece.
La inmensa mayoría de los profesores no es consciente de ello. En genenral incluso se ven a sí mismos como progresistas y de mente abierta, cuando en la práctica continúan aplicando modelos franquistas nada deseables. Para colmo esto genera tensiones internas en el individuo debido a lo incongruente de sus ideas con sus acciones. ¡Cómo si la profesión docente no fuese de por sí suficientemente tensa!

Anónimo dijo...

Creo haber leido estudios que afirman que el maestro independientemente de la formación, de su pasado escolar y de sus ideas, al cabo de pocos años de entrar en un centro su actuación se ajusta a la de sus compañeros de etapa, de ciclo o de nivel. Puedo asegurar que si el centro tiene un proyecto pedagogico claro y bien estructurado los nuevos mestros se adaptan a él.
Carme Barba

Montse dijo...

En mi modesta opinión, el problema está en que much@s educador@s creen que su papel es seleccionar a l@s alumn@s para fines previamente establecidos que ni si quiera se han planteado cuáles son. Cuando en realidad, la educación no se sino un proceso que posibilite la posiblidad de mejora a todas las personas, a todas, todas, todas, partan de donde partan. Ahora bien, si intentas hacer esto en un centro, nadas contra corriente y lloras más de una vez. Un saludo, Montse

Anónimo dijo...

la formacion que se da en la escuela universitaria es una verguenza y no nos prepara para nada. hace cinco años termine magisterior de primaria, he estado trabajando y ahora pienso volver a la universidad para hacer magisterio de infantil. Vuelvo a la universidad convencido de lo que es, un sitio donde llega todo el que no tiene mas de un 5 en la selectividad, un sitio donde los profesores entienden que "didactica del lenguaje" significa que el niño debe leer el Quijote a toda costa. Asigntaturas de sentarse a ver pasar las horas, nula formación para convertise en director, secretario o cualquier otra cosa que nos sea leer el libro de lección en lección. Todos tenemos preconceptos y todos entramos en la universidad con unas ideas y vivencias, pero a mi lo que me preocupa es haber pasado 3 años y que no haber aprendido nada de nada, nada que me haya servido para llegar a clase y transmitir ni conocimientos ni entusiasmo. Una profesión tan importante y bonita y a la vez tan despreciada por la sociedad y por los propios formadores de formadores. Da asco. Por si quieren nombres, Escuela Universitaria de Vitoria-Gasteiz

Anónimo dijo...

Interesante Cuestión. De hecho es algo que también forma parte de mis preocupaciones más profundas, formo profesores.

Los estudios coincidentemente nos dicen eso: la praxis pedagógica es determinada en gran medida por las creencias de los estudiantes, las cuales se forman tempranamente y no acusan impacto de la formación.
Es ahi donde uno mira la formación docente y empieza a preguntarse como cuando porqué.
Se forma precisamente en lo que les decimos que no hay que formar: en un racionalismo académico rudo a pesar de que les digamos que hay otras maneras más eficaces de enseñar. COmo he dicho como ejemplo en clases: el problema es que enseñamos constructivismo dictando qué es constructivismo; cuando debiésemos formar en las habilidades necesarias para la praxis reflexiva.

Gran desafío tenemos por delante
Os invito a pasear por mi blog de profesora...

www.enclase.wordpress.com
ya lo he incluido en mis links
saludos desde Chile

Anónimo dijo...

Quizá habría que hablar también en este caso de "deseducación", es decir, "desformación", sacar a al luz y cuestionar la "formación oculta".