Muchas actividades de trabajo cooperativo organizan en torno a las “técnicas de trabajo cooperativo”, es decir, se centran en desarrollar dinámicas de cooperación y colaboración entre los alumnos. Hablo de técnicas como “El puzzle”, “La hoja giratoria”, “Lápiz en medio”, “1-2-4”, etc.
Estas técnicas, sin embargo, deben darse dentro de una cultura colaborativa en la que docente y aprendices forman parte de una misma comunidad de aprendizaje. Sin la existencia de esta vinculación y corresponsabilidad compartida sobre el aprendizaje propio y el de los compañeros, las técnicas de trabajo cooperativo solamente significan una aportación instrumental a la gestión del aula, pero no permiten explotar todo su potencial formativo.
Grupo de Trabajo en el Institut-Escola Les Vinyes |
El segundo elemento, muy a menudo ignorado, es la relación entre las técnicas de trabajo cooperativo y las habilidades y capacidades a desarrollar sobre el trabajo en equipo. El trabajo en equipo es mucho más que el trabajo en grupo y necesita la praxis y la reflexión explícita sobre habilidades individuales y sociales. Esto va mucho más allá de “practicar estructuras cooperativas”. Estas habilidades deben ser un objetivo de aprendizaje, no un prerrequisito. Y probablemente son las que más justifican el uso del trabajo cooperativo en los entornos de aprendizaje. Aprender a “ser un equipo” es un objetivo de aprendizaje de primer orden.
Es decir, hay que generar una cultura de la colaboración y una comunidad de aprendizaje para que las técnicas de trabajo cooperativo tengan sentido. Y al mismo tiempo hay que centrar el aprendizaje en el desarrollo de capacidades individuales y grupales de trabajo en equipo, necesidades de aprendizaje imprescindibles para desarrollar competencias socio-emocionales.
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