18.2.07

Sobre mis colegas antipedagógicos

Mis colegas antipedagógicos basan su legitimidad como profesores en el conocimiento de la disciplina y no en su capacidad de promover el aprendizaje. Consideran, asimismo, que la escolarización va aparejada al aprendizaje y, por lo tanto, el fracaso escolar se debe principalmente al alumno: o no trabaja o no tiene interés o no está capacitado para los estudios. Dicho de forma más tajante, tienden a considerar que el alumno que no aprende no debería estar en la escuela. O, por lo menos, en su escuela. En consecuencia, defienden la necesidad de diferentes itinerarios escolares según el grado de interés, de trabajo o de capacidad de cada alumno.

Mis colegas antipedagógicos conciben un sistema escolar basado en la instrucción y no en la educación y defienden una escuela que se legitima por la tradición. El imaginario escolar de mis colegas antipedagógicos se inspira en un prototipo arcaico de profesores, alumnos y hábitos escolares, muy a menudo enraizado en los recuerdos de su propia biografía escolar, idealizada con el paso de los años.

Mis colegas antipedagógicos asimilan la pedagogía en general a las propuestas de la LOGSE y su rechazo inicial a la reforma educativa se ha extendido fatalmente a cualquier razonamiento o propuesta pedagógica. De ser “antirreforma” han pasado, en pocos cursos, a ser “antipedadogía”. Gracias a la LOGSE han dejado de ignorar la pedagogía para rechazarla.

Yo creo que mis colegas antipedagógicos se equivocan en muchos aspectos. Pienso que mezclan churras con merinas y que en su postura antipedagógica hay un amasijo letal de críticas razonadas, afirmaciones demagógicas, sentimientos de impotencia, de autojustificación y de desesperanza. Pero estos ingredientes no son exclusivos de mis colegas antipedagógicos, pues entre mis amigos pedagogos encuentro muy a menudo los mismos ingredientes…

En cambio, considero que mis colegas antipedagógicos ponen el dedo en muchas llagas denunciando los excesos verbales del discurso pedagógico y recordando que la escuela no solamente es un servicio sino también una institución, que hay mucho “pedagogista” que no domina los fundamentos de su disciplina académica, que se exige mucho a un profesorado que ya hace mucho, que se desprecia toda tradición escolar, que no se parte de la realidad ni del estado real del mundo educativo, que hay una voluntad normativa descomunal por parte de las administraciones, etc.

Por supuesto, hablo de mis verdaderos colegas antipedagogos, no de los gandules, los sinvergüenzas y los ignorantes. Pues gandules, sinvergüenzas e ignorantes también los hay, sin duda, entre los pedagogos.

Y por eso no existe la más mínima ironía en las palabras que acabáis de leer, pues los considero realmente mis colegas. Quizá no los mejores, pero algunos de mis buenos profesores eran antipedagogos avant la lettre. Hay en mi centro algunos antipedagogos de primer orden. Ellos son, honradamente y profesionalmente, tan profesores como yo. Y por ello siempre me he negado a formar parte de cualquier frente, de cualquier “ellos” y “nosotros”.

Considero, pues, que la verdadera y fundamentada postura antipedagógica también forma parte del saber educativo. La “antipedagogía” posee una legítima parte de verdad y me sirve a mí, a pesar de lo alejado que estoy de sus postulados antagónicos, para conocer mis debilidades, iluminar aspectos soslayados, poner en evidencia los desatinos de mis propuestas pedagógicas… incluso, via negationis, para dar valor a mi trabajo en el aula!

No nos hace ningún bien polemizar entre profesores y, especialmente, cuando la polémica se sale de los cauces de la buena educación, el respeto y la inteligencia. Mucho mejor nos iría si centráramos nuestros esfuerzos en tratar de comprender la parte de verdad que cada postura encierra y trabajar, codo con codo, para mejorar la calidad de nuestro trabajo y de nuestros centros educativos. Y admitir, de una vez por todas y sin reparos, que en educación lo poco que sabemos, lo sabemos entre todos.

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Comprendo y comparto algunas de las afirmaciones de mis amigos Felipe Zayas o Rafael Robles, pero encuentro más valiosas sus aportaciones en favor de buenas prácticas pedagógicas que su capacidad dialéctica para polemizar contribuyendo a una disputa que juzgo algo estéril.

17 comentarios:

Unknown dijo...

Excel.lent!! un article per a la reflexió més seriosa i potser una lliço que ens cal aprendre, jo la primera.
Gràcies Boris
sincerament
Carme

Domingo Méndez dijo...

Estupenda reflexión que comparto plenamente.¡Enhorabuena!

Anónimo dijo...

Un artículo tan atinado como necesario, que pone las cosas muy en su sitio. Su equilibrio, realismo y sensatez se echaban de menos.

A los que alguna vez hemos lidiado en este combate, que, efectivamente, tiene algo de estéril, nos anima mucho a pensar, antes de ponernos a escribir.

InterPeques dijo...

Sí, también son mis compañeros, más aún… quizás ¿ , lo son aquellos con quienes NO comparto criterios. ¡ Es tan fácil llevarse bien diciendo SÍ ¡ . Estoy suponiendo y si supongo mal pido perdón retirando lo dicho, que el tema va referido al Panfleto Antipedagógico de de Ricardo Moreno Castillo. Algo comenté al respecto en mi blog personal que tengo prácticamente abandonado, entre otras cosas porque este tipo de disquisiciones suelen dejarme la cabeza caliente y el culo frío… con perdón. Lo que más me quedó de lo que leí en este panfleto, entre otras cosas, es que Ricardo, hablando en contra de la pedagogía… digamos oficial, estaba haciendo pedagogía en sentido estricto.

Ahora tenemos pedagogos ambientales, pedagogos terapeutas. Pedagogos del amor, de la cibernética… pedagogos científicos, comparados, diferenciales, familiares, experimentales, institucionales… negros, blancos y coloraos… y lo que usted tenga a bien considerar. El pedagogo fue inicialmente un ayo, un criado que guiaba y educaba a los niños hasta que ocupó más elevadas instancias merced a sus altos cometidos. ¿Se percibe un tono escéptico en mis palabras?, pues sí, así es.

No son pocos los excesos y despropósitos en torno a la pedagogía cometidos, sobre todo desde la perspectiva de quiénes a diario entran en sus clases repletas de alumnos a la vez que van a pocos congresos, mesa redondas y otros acontecimientos repletos de eminencias que no pisan las aulas. Y como se dan excesos procede la denuncia aún siendo esta penosa y extrema.

Me apunto a su eslogan, si es suyo y si no me da igual, “lo poco que sabemos lo sabemos entre todos”.

jordian dijo...

Interessant... molt...
Sobre mis (nuestros) colegas antipedagógicos

Angus dijo...

Qué lujo de artículo, Boris. Tu "mirada pedagógica" aporta tanta lucidez que es difícil añadir algo que no sea el elogio.
Gracias.

Anónimo dijo...

¡Cuánta razón! Y esos colegas antipedagógicos tienen que continuar siendo colegas, nunca enemigos.

Anónimo dijo...

Efectivamente, es un análisis muy lúcido, me uno a las felicitaciones.

Anónimo dijo...

Enhorabuena por la entrada. Sinceramente, a estas alturas no sé si debo situarme en el bando de lo antipedagógico o de lo pedagógico, pero sí que me has descubierto que en realidad da igual, porque tanto unas formas de ver la enseñanza como otras tienen sus virtudes y, evidentemente, sus defectos. Lo que sí creo es que ambas son necesarias y que de la tensión entre las dos es de la que surge la buena educación. Imaginen un Centro completamente antipedagógico: una cárcel, me dirán, una tortura, una irracionalidad. Imaginen lo contrario. La verdad es que lo ideal sería que el alumnado recibiera ambas perspectivas, siempre sin llegar a los excesos. Pero yo soy un relativista, y un pactista y un posibilista...

Toni Solano dijo...

De acuerdo en lo esencial, no quisiera romper este clima tan armónico. Pero lo cierto es que, en los claustros, en cuanto citas la palabra psicopedagogía puedes encontrarte entre el silencio inquisidor o entre los abucheos lapidadores. No sé de dónde habrá salido esa mala fama de todo lo que suene a pedagogía en los centros de secundaria, pero la realidad está ahí. Supongo que, como siempre, el mal hacer de unos pocos contamina la buena labor de muchos y quizá quien más protesta es quien más razones tenga para callar.
Como veo que no aporto nada interesante, lo dejo ahí. Las buenas palabras que he leído chocan con la percepción que recibo día a día.

Boris Mir dijo...

Muchas gracias a todos por vuestros comentarios. Espero encontrar un poco de tiempo para atenderlos como es debido... Vuelvo en cuanto pueda!

Anónimo dijo...

Estupenda reflexión que COMPARTO. La confrontación no beneficia a nadie aunque detrás de ella quizás descansa un debate no realizado desde los profesores: ¿qué modelo de escuela es que que queremos?
Nos limitamos, unos, a vender las excelencias psicopedagógicas sin preocuparnos de ver si son posibles; otros se limitan a hacer lo de siempre: les da seguridad, es lo que saben; muy pocos nos sentamos a reflexionar el porqué de la situación y buscar soluciones y cambios en aquello que naufraga. Todos somos meros "mamporreros" de la administración educativa de turno y de sus debilidades normativas que, en demasiadas ocasiones, ignora el hecho educativo de manera global. En fin, creo que nos falta cultura colaborativa, capacidad de trabajo en equipo, profesionalidad y nos sobra frustración, "echar balones fuera", culpar al sistema...
Me considero, antes que nada, profesor. No concibo mi trabajo aislado como un experto que da soluciones. Quizás los que venimos de la pedagogía hemos pecado de ser los "listillos" de turno y nos ha faltado humildad para generar grupos de trabajo con nuestros compañeros. ¡Creo que ese es el reto y el camino!
"Entre todos lo sabemos todo" dice el proverbio irlandés.

Anónimo dijo...

Hace tiempo que echaba de menos una visión tan equilibrada sobre este asunto. No creo que las discusiones previas hayan sido estériles, siempre viene bien pensar. Tal vez este artículo nos haya gustado tanto porque refleja el poso que ha quedado de todos los "calentamientos de cabeza anteriores" hayan sido expuestos públicamente o simplemente rumiados en privado.
Por carácter suelo sentirme muy incómoda ante las posturas que llevan a la descalificación del contrario (lo cual no quiere decir que yo a veces no caiga en lo mismo). Te aplaudo por lo respetuoso y reflexionado del post.

Miguel L. Vidal dijo...

Efectivamente, sin dominio de los fundamentos de la disciplina académica, no hay posibilidad de una organización epistemológica ni intervención didáctica que ponga los conocimientos al servicio de los objetivos marcados en la LOGSE, ni siquiera se sabe como utilizar el libro de texto.
Pero el problema más serio de la Reforma, dentro de este contexto, es la absoluta inhibición de la administración en evaluar, orientar y velar por que los procesos de enseñanza-aprendizaje se desenvuelvan en las coordenadas idóneas.
Esta inhibición, que hace del profesor dueño y señor incuestionable de su “catedra”,
tiene otras vertientes negativas. Por ejemplo, nunca se confiesa, pero convierte en delicado reforzar con más competencias el papel del profesor o promocionar su imagen.
¡Qué poco se parece nuestro sistema al francés!
Ni tanto, ni tan calvo.

Boris Mir dijo...

Estimados amigos,

La primero que quisiera aclarar es que esta manera de ver las cosas no parte de un espíritu bondadoso y aséptico que busca “el justo medio” en un eclecticismo ejemplar: estoy convencido de que las propuestas que defienden mis colegas antipedagógicos están equivocadas aunque sus críticas sean acertadas. Pero la tarea de los defensores de la pedagogía consiste en considerar la complejidad de la tarea educativa evitando oponer un simplismo a otro simplismo y tratando de poner al alcance de todos conocimientos, herramientas intelectuales, aportaciones de las ciencias de la educación, etc. que les permitan comprender nuestra, digamos, “parte de verdad”. Y ello exige no descalificar a los colegas a los que queremos convencer… Y por ello también exijo respeto y en este sentido coincido con Antonio Solano en que no siempre se encuentra esta reciprocidad.

Soy profesor de secundaria pero también colaboro en la formación de docentes y Victor Cuevas apunta un tema muy serio: los modelos de formación del profesorado son muy deficientes y, especialmente, los vinculados directamente con la LOGSE y la mal llamada “innovación educativa”. Seré franco: los peores cursos de formación a los que he asistido partían directamente de las administraciones educativas y eran superficiales, demagógicos y acríticamente pro LOGSE. En Cataluña, por ejemplo, hay una innegable tradición pedagógica de calidad que ha sido soberanamente ignorada, llegándose al extremo de proponer “innovaciones” que algunos colectivos llevan décadas practicando… Las actuaciones de los que “venían de la pedagogía” merecen una seria crítica y su falta de acierto ha dado alas a los “antipedagógicos”.

También creo que acierta Elisa Armas cuando afirma que las discusiones anteriores eran necesarias en su momento. Yo mismo no hubiera sostenido estas ideas hace diez años, cuando las posturas estaban “más calientes”. Pero también creo que ya ha llegado la hora de superarlas: demos una formación de calidad a los profesores y muchos de sus argumentos “antipedagógicos” desaparecerán. Podremos entonces ocuparnos de los problemas de verdad.

En los espacios de formación en los que colaboro siempre hay profesores irreductibles que no están dispuestos a aprender o a mejorar. Vienen para confirmar sus verdades. Pero también hay un amplio sector de profesorado que, sencillamente, necesita recursos, ideas, instrumentos… para abordar con eficacia la complejidad del aula. Cuando ofreces propuestas razonables y razonadas, trabajas seriamente con ellos, aportas conocimientos sustantivos… las reticencias desaparecen. No es de recibo que la gran mayoría del profesorado siga confundido en medio del fuego cruzado de pedagogos y antipedagogos. Y menos aquellos que acuden a actividades de formación, muchas veces a costa de su tiempo y de su caudal!

Tiene razón Miguel Luis Vidal en afirmar que evaluar, orientar y velar por los procesos de enseñanza-aprendizaje es una tarea imprescindible. ¡Y que nadie la lleva a cabo! Sin embargo no tengo tan claro que este papel lo puedan asumir, sin más, las administraciones educativas. Más aun teniendo en cuenta que “las coordenadas idóneas” no vienen milagrosamente determinadas por nadie, ya que, a mi entender, nadie posee todo el saber pedagógico para sancionar lo correcto y lo incorrecto en educación. Yo apostaría por una mejora sustancial de la calidad del profesorado – como en el modelo finlandés, por ejemplo – y optaría por una autorregulación levemente tutelada por las administraciones locales. Pero este tema exigiría otro post y otro debate…

“Lo poco que sabemos lo sabemos entre todos” era una de las frases más queridas y repetidas del gran Felip Pedrell. Compositor, musicólogo y, sin duda, gran profesor. Es el padre de la musicología española y tuvo entre sus discípulos nada más y nada menos que a Higini Anglés, Isaac Albéniz, Enrique Granados, Joaquín Turina o Manuel de Falla. Más allá de mi respeto y admiración por Pedrell, es una idea en la que creo honestamente y por eso es una frase que acostumbra a formar parte de todas mis actividades de formación…

Cordialmente,

Boris

Mi respuesta es quizá demasiado tardía y demasiado larga, pero verdaderamente agradezco los comentarios de apoyo y las observaciones de todos.

Pani dijo...

Avui és el primer dia que he entrat a aquest bloc per consell d'una bona amiga d'en Boris. No serà l'última després del que he pogut gaudir llegint. Gràcies per tanta bona reflexió, companys. N'he après.

MrPeace dijo...

"recordando que la escuela no solamente es un servicio sino también una institución"

Muy acertado el alegato. Da gusto ver que en esta profesión donde la gente dice no tener suficiente combustible y acaba quemándose a sí misma hay personas que se detienen a reflexionar los porqués.