El párrafo anterior está copiado literalmente del decreto que ordena las enseñanzas de la educación primaria en Catalunya. Podríamos rastrear este propósito, con formulaciones similares, en todos los decretos elaborados por el Govern de Cataluña. Emplazo al lector a relacionar la experiencia educativa de sus hijos en la escuela y los fines que aquí se apuntan. Muy probablemente pensará que la distancia entre el propósito y las prácticas en muchas escuelas catalanas es muy, muy grande.
Clase de música en Institut-Escola Les Vinyes |
La innovación que necesitamos debe promover unas prácticas educativas avanzadas que produzcan realmente los resultados que queremos. No se trata solo de introducir nuevas metodologías o de digitalizar la escuela, ni tampoco de contraponer contenidos y competencias. Se trata de construir una escuela que forme realmente para la vida y que desarrolle capacidades y competencias como las que se apuntan. Que abandone, definitivamente, una visión academicista o basada en la instrucción para asumir un concepto diferente de éxito escolar. Que la calidad, la equidad o la excelencia que perseguimos se midan en relación con estas finalidades educativas y no a partir de medias numéricas del resultado de pruebas estandarizadas de competencias, por ejemplo.
Para que esto sea posible, habrá que hacer cambios en el rol y en las prácticas de docentes y de alumnos, en el desarrollo del currículo, en las formas de evaluación, en la gobernanza y organización de los centros y en los equipamientos y los espacios. Hablo de cambios profundos y no de ninguna otra innovación superficial.
Creando en Institut-Escola Les Vinyes |
Tengamos presente que el inmovilismo consolida el statu quo del sistema educativo catalán. Paraliza el cambio y es el aliado pasivo de un sistema que no da respuesta a las necesidades formativas y educativas de nuestros niños y jóvenes, que no ofrece experiencias educativas de calidad en todas y cada una de las escuelas del país. Así pues, necesitamos ser valientes y hacer de la innovación educativa una herramienta de transformación con el objetivo de ser coherentes con las finalidades que dictamina nuestro propio sistema educativo. Si los tiempos no son fáciles, no nos resignemos: tendremos que ser más creativos, más atrevidos.
No tengo ninguna duda de que la educación catalana tiene que cambiar en profundidad. Pienso que ya lo está empezando a hacer y que hay, en todos los estamentos y colectivos, agentes del cambio a los que hay que empoderar. Encontremos, pues, un consenso para el largo plazo y adoptemos acciones valientes para acordar discurso y praxis, para alcanzar conjuntamente, en toda escuela e instituto, la calidad, la equidad y la excelencia que ya proclamamos en nuestros decretos educativos. Que sea en esta generación o en la próxima depende bastante de todos nosotros: que transformar la educación sea una tarea colectiva, ilusionante y posible a la que todos tengamos el privilegio y el deber de contribuir.
Artículo publicado originalmente en El Periódico