Los docentes exploradores están en el aula. No paran nunca: ensayan, prueban, improvisan, ejecutan... Es decir, hacen, se equivocan y aprenden. Traen de cráneo a sus alumnos con sus cambios de ritmo, de planes (¿pero había plan?), de prácticas, de herramientas. Vistos con recelo por los claustros, su pasión carismática es contagiosa y ejemplar con los alumnos, pues crean experiencias únicas e irrepetibles.
Pero no los contrates como docentes urbanistas. Parecería que su habilidad para efectuar cambios les capacita para la mejora educativa general, pero no es así. Incapaces de planificar a mayor escala, de gestionar o coordinar grandes grupos, de ceder para sumar. Ligeros de equipaje, jamás aciertan con la intendencia, la logística o la comunicación. Están en otra lógica. Los urbanistas usan el catalejo, los exploradores el machete. Los docentes urbanistas implementan a costa de ceder en algo, de amoldarse, de defraudar un poco. No buscan la mejor manera de realizar un cambio, ejecutan una, a menudo insatisfactoria.
Los docentes cartógrafos ayudan a la descripción, al análisis, a la comprensión. Pero son incapaces de implementar nada, de arrojarse al ímpetu de la acción y la transformación educativa. Parecería que su habilidad para el análisis les capacita para la mejora educativa general, pero no es así. Atrapados en la leyenda del mapa, les pierde la taxonomía, el debate conceptual, y jamás aciertan con la estrategia o la táctica para llevar a cabo las acciones necesarias. Los cartógrafos, astrolabio en mano, acaso saben dónde estamos, pero no imaginan el lugar al que vamos porque aún no existe.
Honestamente creo que hay muchas personas en el lugar equivocado en educación: exploradores diseñando cambios a gran escala, urbanistas haciendo análisis simplistas, cartógrafos ejecutando mal los proyectos... Porque no basta con tener perfil, hay que estar en el sitio adecuado, en el momento adecuado. Y eso, no siempre ocurre.
Por lo que voy conociendo del mundo de las empresas y de otras organizaciones, este es un problema generalizado. Asisto a numerosas reuniones, encuentros formales o informales y veo un amasijo de buenas intenciones basadas en el desconocimiento de cada una de las distintas lógicas.
El talento está muy mal repartido: todos tenemos menos del que pensamos. Pero estaremos muy lejos de aprovecharlo si no encontramos espacios de intercambio y de comprensión mutua. Si no nos dedicamos a profundizar en los talentos y virtudes propias a la vez que aceptamos la aportación de las distintas razones.