Lo primero que exigimos a los alumnos es obediencia. Acto seguido, demandamos laboriosidad. La inteligencia ya es tenida por un don del azar. Que sean creativos, nos parece un regalo. La pasión, que es la alquimia de la docencia, es algo que sencillamente damos por imposible.
Qué estupidez, la nuestra! Todo sustentado en la inopia de una realidad incontrovertida: en educación, el verdadero impacto transformador, poderoso y definitivo, no es cuantitativo sino cualitativo. ¿Quién no distingue a aquellos profesores que, enseñándole algo valioso, le cambiaron la vida?
Dadme tres horas de pasión en un curso y os regalo todas mis clases posteriores! Ya encontrará el aprendiz la necesidad de memorizar, ejercitar, estudiar, instruirse... cuando la incontinencia de su pasión así lo exija. El esfuerzo que debe realizar un estudiante para superar sus dificultades no nace de la obediencia, la laboriosidad, la inteligencia o la creatividad. Nace de la pasión.
Qué secundarios me parecen estos días muchos debates, peticiones, exigencias, reclamaciones educativas. ¿No deberían bastar nuestros pocos medios intelectuales y afectivos para despertar la pasión por aprender? Posiblemente daríamos con la fuerza de voluntad más inagotable que existe, la que surge del amor.
Lo demás, es pedagogía.
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Perdonad esta andanada: este curso no doy clase, echo de menos a mis alumnos.
Y siguiendo con ello, cuanto más esfuerzo requiere ese momento mágico, mayor debería ser el placer. Nadie dijo que enseñar y aprender fuese tarea fácil.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo. La pasión es el alfa y el omega.
ResponderEliminarNo estoy nada de acuerdo con tu último comentario. ¿Has conocido a alguien que tenga pasión por la lengua, las matemáticas, el inglés, la educación física, etc? A la mayoría de alumnos que estudian les mueve el buscar el aprobado, con el tiempo habrá algunos que se apasionen por alguna asignatura en concreto y otros muchos que busquen el camino que más les atrae a la hora de buscar su profesión.
ResponderEliminarPara probar lo que digo, sólo hay que proponer a los alumnos el trabajo más apasionante que podamos imaginar dentro de nuestra especialidad y decirles que es voluntario, ¿cuántos lo harán?
@Rafa Fdez. Es que ese es el problema: ser incapaces de transmitir esa pasión, decirles constantemente que lo que cuenta es la nota, que "el que vale, vale...", de no darles cancha para que se impliquen, de no darles metas ni motivos, culpa del sistema, pero también de un montón de profesores
ResponderEliminarAlgo importante, que creo que no debería dejarse de lado es que esa "pasión" se puede, se debe transmitir. Y en ese punto es donde entramos nosotros.
ResponderEliminarSaludos
lafragua lo ha dicho. Si nosotros no ponemos pasión, nuestros alumnos no podrán tenerla y, tristemente, muchos compañeros no tienen demasiada pasión a la hora de dar clase (por no decir ninguna).
ResponderEliminar1º.- ¿Habéis entrado a las clases de otros compañeros para conocer la "pasión" que puedan poner en sus clases?
ResponderEliminar2º.- ¿Alguien con 15 años se ha apasionado por todas las asignaturas que cursaba durante un año?
3º.- ¿Alguien ha propuesto a un grupo de alumnos de 15 años un trabajo de presentación voluntaria?
Rafa, no tengo respuestas únicas para tus preguntas, pero sí puedo decirte que he visto alumnos apasionados por proyectos de clase. He visto incluso cómo pedían seguir en horas de patio para completar trabajos pendientes.
ResponderEliminarSí, la pasión existe en todos los niveles. En el profesorado y en los alumnos. No en todos, claro. Pero existe y se contagia.
Boris, siempre he dicho que nunca dejaré las aulas (ya he rechazado algunas propuestas muy golosas). Lejos de ellas, no sabría cómo acomodar mis ideas e intuiciones educativas.
Entiendo que eches de menos a tus alumnos.
Por supuesto que se puede contagiar la pasión.
ResponderEliminarTrabajo voluntario no, pero un grupo de alumnos y alumnas (unos 70) de diferentes niveles de la ESO, se quedan los martes y viernes sin recreo por cantar en un coro.
Estimados compañeros,
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios.
Las representaciones que cada uno de nosotros tiene de la escuela y de la docencia contribuyen poderosamente a determinar aquello que nos parece posible y aquello que no. De las preguntas formuladas por Rafael se desprende una representación muy diferente de la mía (y creo que de la de muchos de los demás). Es normal pues, que discrepes con las ideas expuestas en el post. No voy a tratar de convencerte. Sería una insensatez tratar de cambiar tu concepción de la educación en este lugar. Sin embargo no puedo sino lamentar todo lo que te estás perdiendo pues, sin duda, desde otra cultura pedagógica experimentarías la pasión en el aula. Y digo que no tengo ninguna duda, porque en las actividades humanas verdaderamente profundas y transformadoras existe la pasión. Y la educación, por lo menos tal y como yo la entiendo, es una de estas grandes actividades humanas.
Ha sido muy difícil abandonar para mi las aulas, Lu. Quizás este post no es más que un recurso personal para cerrar el duelo. En mi caso es un alejamiento temporal, obviamente. Trabajar en educación en distintos "papeles" profesionales (Profesor, Jefe de Departamento, Jefe de estudios, formador del profesorado, etc.) me ha aportado otros conocimientos y puntos de vista que me han ayudado a comprender (un poquito) la complejidad de la docencia. Espero no arrepentirme del cambio esta vez!
María Jesús, creo que tu planteamiento invierte la importancia de las cosas: un montón de alumnos se quedan sin la extraordinaria experiencia de participar en un coro, aquellos que deciden optar por el recreo, una actividad que podrán hacer en cualquier instituto. Lástima que aquellos que no han vivido nunca la plenitud de algún momento musical, no sepan valorar la importancia que tiene la existencia de un coro en un centro de secundaria.
Un abrazo fraterno!
Boris
A mí me gustaría que compararais las circunstancias en las que estais acostumbrados a dar clase cada uno ,antes de hablar con esa suficiencia que detecto en algunos al contestar a Rafa.Con "circunstancias" me refiero a:formación,horario,tipo de alumnado,forma de funcionar del centro educativo,jerarquía dentro de la plantilla,etc.
ResponderEliminarA la pasión también hay que alimentarla para que no se extinga o degenere en baja pasión...
Llevo casi un año siguiendo este blog y la verdad es que al leer este post me ha sorprendido tu enardecida defensa de la pasión: no me la esperaba de ti. Está claro que, a pesar del tiempo que llevo leyéndote, no te conozco lo suficiente.
ResponderEliminarPor otro lado, coincido totalmente en lo importante que es transmitir pasión por lo que uno enseña (y por lo que uno hace, dicho sea de paso). Permíteme, sin embargo, que haga por un momento de abogado del diablo: ¿Cómo medimos la pasión en una oposición? ¿Y en un concurso de traslados? ¿Cómo la baremamos? ¿Cómo la cuantificamos? ¿´Quiénes están en posesión del "pasionómetro" o de la titulación que acredita ser experto en pasiones para así poder ser los jueces objetivos en un proceso selectivo o concurso de méritos...? ¿Podemos exigir una determinada dosis de pasión o simplemente tener pasión por lo que se enseña (o por enseñar)a los profesionales de la enseñanza?
Sin duda comprendes hacia dónde apuntan estas preguntas retóricas.Unos conocimientos profesionales sobre didáctica, dinámica de grupos, psicología de la adolescencia, etc. no sustituyen a la pasión por lo que se enseña, pero pueden ser muy útiles para el profesor y, desde luego, son más fáciles de objetivar.
Independientemente de estos conocimientos están, cómo no, las emociones y sentimientos que, inevitablemente, se ponen en juego cuando uno trabaja con personas, en una profesión de intervención social.Lo que hace, en definitiva, que la profesión docente sea al tiempo tan difícil y tan bella.
Y esto lo digo con pasíón.
Estimada Elena,
ResponderEliminarNaturalmente que las circunstancias influyen en el surgimiento de la pasión. En un entorno hostil, por ejemplo, es más difícil que los alumnos se apasionen por el conocimiento. Pero eso no quita verdad a la propuesta inicial: el esfuerzo que debe realizar un estudiante para superar sus dificultades nace de la pasión. Y nosotros, los docentes, deberíamos tratar de despertarla en cualquier circunstancia. Nadie dice que eso sea fácil. En ningún caso he tratado de referirme a Rafael con suficiencia: creo con sinceridad que desde su manera de entender la educación es prácticamente imposible que surja la pasión por aprender entre sus alumnos. Las cosas que propone tienen valor de cambio y no valor de uso. Según mi experiencia, eso difícilmente despierta pasión por aprender. Pero su posición merece todo el respeto. Incluso creo que es la mayoritaria en el sistema educativo y, quizás también por eso, la pasión por aprender es la gran ausente de muchas aulas...
Estimado Rubén,
Tienes razón: este post no cuadra con todo lo anteriormente publicado. Este no debería ser su lugar. Precisamente porque el contenido de este blog se basa “en todo lo demás”, es decir, en la pedagogía. En otras palabras: es un post demasiado personal en un blog demasiado profesional! Pero bueno, todo el mundo puede tener un desliz e ir más allá de lo estrictamente profesional...
De todas formas, quisiera aclarar que la presencia de la pasión que reclamo es la de los alumnos, no la de los profesores. La posible “transmisión” de la pasión del profesor al alumno es una aportación de los comentarios, pero no es la tesis que defiendo en el post. Yo sostengo que la fuerza de voluntad que necesita el alumno para superar sus dificultades surge del amor, no de otras cosas. Es el alumno quien debe apasionarse por el conocimiento. Nosotros tenemos la tarea de tratar de despertar ese amor apasionado. ¿Contagiando al alumno nuestra pasión, como sostienen algunos comentarios? Podría ser, yo no estoy tan seguro de que nuestra pasión sea suficiente. No basta mostrar tu pasión por Mozart para que tus alumnos se apasionen por su música. Transmitir la pasión no es tarea fácil, no es algo automático ni sencillo. Aunque sin mostrar tu pasión, quizás no tengas ninguna oportunidad de lograrlo.
Se desprende de lo dicho que no considero que la pasión de los profesores se pueda o deba pedir para acceder a la docencia. Se debe exigir profesionalidad y punto. Profesionalidad en un sentido amplio, como bien expones, en la que se debe incluir el compromiso y la responsabilidad docente con el aprendizaje. Pero el amor es una cosa que no se puede exigir. Lo cual no quita que se pueda desear!
Termino, pues, por donde empecé: el amor queda fuera de toda pedagogía. Pero eso no debe hacernos olvidar que es más importante que ella. Lo único que pasa es que de pedagogía sé alguna cosa y sobre el amor y la pasión solamente intuyo, como decía Dante, que mueve las estrellas y los planetas. Eso supera en mucho mis conocimientos personales y profesionales. Creo que volveré a hablar de pedagogía, para no meterme más en camisa de once varas.
Un abrazo,
Boris
No creo de ninguna manera que debas dedicarte sólo a hablar de pedagogía, creo que hablando de ella aún puedes dedicarte a hablar de amor y de pasión.
ResponderEliminarNECESITAMOS en el reino de la estupidez y la indiferencia... enseñar apasionadamente, estudiar apasionadamente, leer apasionadamente, mirar apasionadamente a los seres humanos que se encuentran con nosotros en las aulas, escribir apasionadamente, hacer/decir pedagogía apasionadamente...
De carne y sangre, de pensamientos y sentimientos somos...
El año 2008 fue para mí en lo pedagógico, no sólo por la recarga absoluta de tareas en la que yo me metí solita, sino por el replanteamiento de un montón de cosas, entre ellas incluso expresé por primera vez en serio que la docencia me por momentos me tiene harta, incluso que no es tan mala idea pensar en la jubilación para la cual -obvio, y por desgracia- me quedan unos diez años aún.
Aún así, este año caótico, mi pasión y esos atisbos de pasión por parte de ellos -mis alumnos- fueron los que me salvaron. Sin duda, el desaliento estuvo cuando no pude despertarla, contagiarla, generarla, pero cuando eso se produjo y algunos de ellos leyeron desaforadamente, se embarcaron en producciones ficcionales o no ficcionales con gusto, quisieron seguir conociendo, fue cuando me avergoncé un poco de haber rezongado tanto, de ser tan escéptica, de pensar antes de mi muerte ningún cambio veré en las encallecidas/fosilizadas/ estereotipadas/absurdas prácticas pedagógicas de enseñanza de la lengua y la literatura que me rodean.
Los alumnos son el producto de la sociedad que nosotros creamos, su ausencia de pasión/amor es en todo caso nuestra ausencia de pasión/amor, ¿de qué nos asombramos?
Mis pichoncitos de 7° grado leyeron un promedio de 40/50 libros este año y la más lectora pasó los 90...
HAY ESPERANZA
Un abrazo enorme, siempre contás con mi apoyo y siempre cuento incondicionalmente con pasar por tu bog y que me hagas pensar
GABY
JAJA
ResponderEliminarEscribir apasionadamente tiene sus consecuencias, quise decir
"El año 2008 fue para mí DE CRISIS en lo pedagógico..."
Y luego:
"la docencia (me: sobra) por momentos me tiene harta..."
Besos
Gaby
Estimada Gaby,
ResponderEliminarYa sabrás que no soy muy efusivo en el blog y que procuro mantener el propósito profesional que me impulsó a crearlo. Pero muchas gracias por tu apoyo!
Me parece que fue San Agustín quien afirmaba que para conocer a una persona no hay que preguntarle qué es lo que piensa sino qué es lo que ama...
Un abrazo y buen descanso, que lo mereces!
Boris
Simplemente felicitarte por el blog y por esta entrada en concreto. Transmite mucha reflexión y hasta nos sirve de motivación a muchos de nosotros en sólo cuatro párrafos.
ResponderEliminarGracias.
Con respecto a los comentarios, observo que, salvo casos concretos, no se pone en duda la idea central:
"La pasión es la alquimia de la docencia (...) El esfuerzo que debe realizar un estudiante para superar sus dificultades no nace de la obediencia, la laboriosidad, la inteligencia o la creatividad. Nace de la pasión"
A quienes no lo ven tan claro (por ejemplo Rafael Fernández indica: "A la mayoría de alumnos que estudian les mueve el buscar el aprobado") les animaría a comprobar esa idea, el mismo Rafael indica: "(...) proponer a los alumnos el trabajo más apasionante que podamos imaginar dentro de nuestra especialidad y decirles que es voluntario, ¿cuántos lo harán?", pero si el trabajo voluntario mezcla intereses de ellos con los de nuestra materia, en mi experiencia, sí he tenido mucho más éxito. Por tanto le animo a que siga experimentando la idea de esta entrada.
La mayoría de comentarios habla de la dificultad de transmitir o dar esa pasión a nuestro alumnado. Partiendo de la premisa de que lográndolo se consigue dar mejores y más gratificantes clases creo también que es interesante ir probando qué estrategias (ideas teóricas llevadas a la práctica) facilitan que nuestros alumnos-as se apasionen.
Un saludo y felicitarle nuevamente por el blog.
Federico
Cumpliendo mis "tareas pendientes", entro aquí de nuevo a comentar esta entrada, que, en su momento, me pareció tan cercana a la que escribí "a favor del entusiasmo".
ResponderEliminarEntusiasmo y pasión tan cercanos a los niños, y tan lejanos a menudo, por desgracia, de los adultos.
Temo a veces que la enseñanza consista en apagar una a una cualquier llama sensible, en ahogar con contenidos y aptitudes las actitudes y los sueños, en recetar desánimo y aburrimiento.
Afortunadamente, creo también que es esa una tarea casi inútil, que el fuego seguirá brotando, al escuchar un verso, una canción, al devolver una sonrisa, al sentir el aire de la calle.
Y por eso me alegré y apasioné, hace ya más de un mes, al leer tu apasionada defensa en este lugar, donde no esperaba encontrarla. Gracias, y saludos.
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