Los cambios en educación, ya sean impuestos o voluntarios, se caracterizan por la ambivalencia y la incertidumbre. Es un hecho que deberíamos asumir sin dramatismos. También es cierto que los cambios que prosperan llevan asociados sentimientos de seguridad, superación y éxito personal y profesional. ¡Magnífico! Pero solamente al final y si prosperan. Y eso no lo garantiza nadie. ¡Vaya!
Hay más. Aunque el cambio educativo pueda ser razonable y el proceso de implementación bien planificado –algo insólito, ¿verdad?- surgirá en los profesores implicados un decidido impulso a rechazarlo. ¡Y eso también debemos asumirlo sin dramatismos! Pues no es suficiente que el cambio tenga sentido para los reformadores, debe tenerlo para los que lo llevamos a cabo. Por ello no basta con modificar las estructuras, los requerimientos formales o las prácticas docentes. Hay que modificar nuestra cultura escolar para que las nuevas prácticas y los nuevos valores tengan sentido para los agentes del cambio. Y los cambios de hábitos y de creencias son rechazados inicialmente porque obligan a renunciar a las concepciones propias, precisamente en un entorno de incertidumbre y ambivalencia. Y sin entrever el enriquecimiento personal y profesional que pueda conllevar en el futuro.
Estas transformaciones profundas requieren, entre numerosas variables, un tiempo considerable. Lo saben bien todos aquellos que se dedican a la formación. Adoptar (o imponer) nuevas estructuras o estrategias sin considerar las tensiones profundas que se generarán en relación a la cultura escolar existente tiene el resultado inmediato que sabemos todos: empeora las cosas.
Así que la primera obligación para el cambio consiste en que exista un marco en el que el cambio sea ciertamente posible. Un marco favorable incluso para aquellos profesores que estamos comprometidos con la mejora educativa y que a priori estamos dispuestos a pasar por todo lo descrito: incertidumbres, cambios en nuestra cultura pedagógica, resultados provisionales, éxitos a largo plazo, etc.
Pues bien, pienso que estas condiciones no se dan en absoluto. Se han hecho algunos pasos tímidos en la buena dirección, como traer la formación a los propios centros, unificar distintos servicios educativos, promover/imponer planes de mejora… pero seguimos sin crear las condiciones para que el cambio sea posible.
Detallo tres aspectos que me parece que no se consideran suficientemente y minimizarían los rechazos, las incertidumbres y la resistencia inicial que todo cambio educativo conlleva.
1. Se subestiman las interacciones entre los diferentes agentes educativos. Una fase crítica de los procesos de cambio es la mutación que deben sufrir las propuestas para incorporarse de forma efectiva y permanente a las prácticas educativas y convertirse en mejoras reales e irreversibles. Es decir, el cambio nunca será como se planifica sino que se conformará a medida que se implemente, en interacción con los agentes, de manera que todos nos movemos en la incertidumbre porque nada será como pretende cada una de las partes (profesores, administración, padres...). Así que tendremos que dialogar y llegar a acuerdos entre administración educativa y docentes, por ejemplo, para encontrar “lo que podríamos hacer juntos”, que no será ni lo que quieren la administración ni lo que quieren los profesores...
2. Se subestiman los contextos reales. En educación secundaria, debido precisamente al contexto, los cambios son mucho más difíciles todavía. Lo urgente pasa por delante de lo importante. Si no existen condiciones que favorezcan los cambios en los contextos reales, hay que crearlas. Acercar la formación a los centros no es una propuesta eficiente si en los centros la formación se sitúa en los márgenes: horarios "extraescolares", profesores voluntarios, formadores sobrecargados, etc. Resulta que es más fácil no participar que comprometerse. Hay que cambiar el contexto creando las condiciones exactamente contrarias: que los que no se comprometan tengan menos ventajas y no más. Así de simple.
3. Se subestima la importancia de la cultura escolar existente. No se cambian las estructuras o el currículum antes de cambiar la cultura escolar. Es imposible. ¡Hay que cambiarlo todo a la vez! Y eso no se está ni tan siquiera intentando. La formación inicial para la reforma se hizo tan mal y tan improvisadamente que no modificó en nada la cultura escolar y, encima, puso a gran parte del profesorado en su contra. Tanto es así que quizá esa sea, en última instancia, la causa de que las administraciones educativas no hayan planificado grandes campañas formativas para que el profesorado asuma los cambios curriculares recientes -el trabajo por competencias, por ejemplo. Es posible que simplemente no se atrevan. Pero se equivocan profundamente, porque sin ese cambio los nuevos currículums, por ejemplo, serán papel mojado...
Hay más, pero un post no es un tratado. No soy un buen blogger, lo admito: escribo con poca asiduidad y de manera demasiado extensa. Procuraré enmendarme.
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Asistí a una jornada de formación sobre competencias básicas en el aula, a raíz de los nuevos currículums. Más de cien jefes de departamento y miembros de equipos directivos fuimos congregados durante tres horas para recibir una formación que resultó superficial y mal enfocada. Una verdadera lástima, pues se produjo el efecto contrario al deseado. Lo peor, sin embargo, no fue que la formación no estaba a la altura de los asistentes, lo peor es que se reforzó la (nefasta) creencia de que “esto no tiene remedio” y de que nadie está a la altura de los retos que tenemos delante.
27.10.07
15.10.07
Educación y consignas
Hay un montón de campañas publicitarias que utilizan la valoración positiva que la sociedad otorga a la sostenibilidad y a la protección del medio ambiente. Los anunciantes tratan de atraer hacia sus productos las simpatías que sentimos por estas ideas.
Seamos prácticos: mejor que, a cambio de aprovecharse de nuestras preferencias, contribuyan a la mejora del medio ambiente, a la sostenibilidad o a cualquier otra buena causa social. Prefiero que mi compañía energética se jacte de ser sostenible a que se enorgullezca de tener contratos con dictaduras como la de Muammar al-Gaddafi. Pero tampoco estoy dispuesto a olvidar esto último a cambio de contribuciones coyunturales a las causas que defiendo.
Por eso, cuando hay una convergencia general en favor de determinados propósitos, los educadores debemos ponernos en alerta. Porque las buenas intenciones no siempre van unidas a la verdad, al pensamiento reflexivo y a la búsqueda del bien común. Así que los profesores debemos permanentemente mostrar la complejidad de las cosas y, muy especialmente, de aquellas en las que parece que hay un consenso incuestionable.
El Blog Action Day dedicado al medio ambiente me parece una buena oportunidad para ello. Pues en nombre del medio ambiente se pueden proponer campañas admirables. Pero también medias verdades, simplificaciones o tonterías descomunales. Esta propuesta invita a la exposición libre de múltiples puntos de vista sobre un mismo tema en lugar de lanzar consignas que siempre son simplificadoras. El cuidado del medio ambiente tiene muchas vertientes. Su relación con la escasez de alimentos, por ejemplo, sirve para mostrar toda la complejidad del tema.
Expongo algunos datos a vuestra consideración. En los últimos cincuenta años la producción de alimentos ha aumentado considerablemente, de manera que ha crecido más que la población del planeta. Según la FAO la producción de alimentos ha aumentado dos veces y media y la población apenas se ha duplicado. Antonio Uriarte expone más claramente las causas:
Esto se debe también a la utilización de pesticidas y fertilizantes. Ahora bien, los fertilizantes son, según criterios de protección del medio ambiente, uno de los grandes enemigos de la sostenibilidad. Así pues, reclamamos la disminución de su uso... pero no podemos olvidar que son una posibilidad real de mejora del acceso a los alimentos en los países con mayores hambrunas. Naturalmente que en ciertos lugares del planeta hay una sobreproducción de alimentos, pero su transporte también perjudica notablemente el medio ambiente. Mandamos alimentos – con un coste desmesurado– a cargo de las ONG occidentales a paliar hambrunas a la vez que impedimos el desarrollo de una agricultura moderna apelando a criterios de sostenibilidad medioambiental! Y eso ocurre mientras nosotros usamos pesticidas en los parques, en los cultivos, en los campos de golf, y prácticamente en cualquier parte donde no queremos malezas, insectos, etc. ¿Hay campañas sobre eso? Es un insignificante ejemplo, pues sobre la producción agrícola y los alimentos hay mucho de que hablar: ¿en qué condiciones exportan esos países? ¿Qué aranceles les exigimos para proteger a nuestros agricultores? ¿Quiénes controlan el flujo de la oferta y la demanda de alimentos? ¿Y la fabricación de pesticidas y fertilizantes? Todo está relacionado, así que el tema no debería simplificarse proclamando: “¡No a los pesticidas, sí al cuidado del medio ambiente!”.
En resumen, no se pueden abordar temas complejos con ideas simples cargadas de buenas intenciones. Hay que sopesar muchas variables, mucha información. Y, sobre todo, muchas consideraciones éticas y morales, ponderar muchos valores y opciones políticas y económicas. Nadie puede hacer esto por nosotros. Y nadie debe hacerlo por nuestros alumnos.
En temas medioambientales, como en todos los temas complejos y multidimensionales, debemos plantear a nuestros alumnos debates, reflexiones, trabajos... para que comprendan la complejidad de lo real y no para que se apunten a proclamas bienintencionadas que lo único que persiguen es una adhesión irreflexiva. Creo que ese es el mejor aporte que podemos hacer los educadores para el cuidado del medio ambiente.
Producción agrícola según la FAO
Erradicación del hambre en el mundo
Cumbre mundial sobre alimentación (1996-2015)
Alternativas a los pesticidas
Sobre pesticidas no-tóxicos
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Cuando afirmo que los educadores no deberíamos inculcar consignas –a pesar de estar convencidos personalmente de la bondad de algunas de ellas!- no sostengo una falsa indiferencia o imparcialidad. Simplemente creo que la mejor manera de transmitir valores es contagiarlos a través de nuestro comportamiento ejemplar y no del adoctrinamiento. Como cualquier adulto responsable que tenga conciencia de que la educación es cosa de todos, no solamente de los docentes.
Seamos prácticos: mejor que, a cambio de aprovecharse de nuestras preferencias, contribuyan a la mejora del medio ambiente, a la sostenibilidad o a cualquier otra buena causa social. Prefiero que mi compañía energética se jacte de ser sostenible a que se enorgullezca de tener contratos con dictaduras como la de Muammar al-Gaddafi. Pero tampoco estoy dispuesto a olvidar esto último a cambio de contribuciones coyunturales a las causas que defiendo.
Por eso, cuando hay una convergencia general en favor de determinados propósitos, los educadores debemos ponernos en alerta. Porque las buenas intenciones no siempre van unidas a la verdad, al pensamiento reflexivo y a la búsqueda del bien común. Así que los profesores debemos permanentemente mostrar la complejidad de las cosas y, muy especialmente, de aquellas en las que parece que hay un consenso incuestionable.
El Blog Action Day dedicado al medio ambiente me parece una buena oportunidad para ello. Pues en nombre del medio ambiente se pueden proponer campañas admirables. Pero también medias verdades, simplificaciones o tonterías descomunales. Esta propuesta invita a la exposición libre de múltiples puntos de vista sobre un mismo tema en lugar de lanzar consignas que siempre son simplificadoras. El cuidado del medio ambiente tiene muchas vertientes. Su relación con la escasez de alimentos, por ejemplo, sirve para mostrar toda la complejidad del tema.
Expongo algunos datos a vuestra consideración. En los últimos cincuenta años la producción de alimentos ha aumentado considerablemente, de manera que ha crecido más que la población del planeta. Según la FAO la producción de alimentos ha aumentado dos veces y media y la población apenas se ha duplicado. Antonio Uriarte expone más claramente las causas:
”La mejora no se ha debido al cultivo de más tierra sino a la mejora enorme de la productividad por hectárea cultivada, tanto debida a la mayor extensión de los regadíos como al mayor y mejor uso de pesticidas y fertilizantes.... En los países desarrollados lo cosechado por hectárea se ha más que duplicado pero en los países subdesarrollados de África apenas ha mejorado.”
Esto se debe también a la utilización de pesticidas y fertilizantes. Ahora bien, los fertilizantes son, según criterios de protección del medio ambiente, uno de los grandes enemigos de la sostenibilidad. Así pues, reclamamos la disminución de su uso... pero no podemos olvidar que son una posibilidad real de mejora del acceso a los alimentos en los países con mayores hambrunas. Naturalmente que en ciertos lugares del planeta hay una sobreproducción de alimentos, pero su transporte también perjudica notablemente el medio ambiente. Mandamos alimentos – con un coste desmesurado– a cargo de las ONG occidentales a paliar hambrunas a la vez que impedimos el desarrollo de una agricultura moderna apelando a criterios de sostenibilidad medioambiental! Y eso ocurre mientras nosotros usamos pesticidas en los parques, en los cultivos, en los campos de golf, y prácticamente en cualquier parte donde no queremos malezas, insectos, etc. ¿Hay campañas sobre eso? Es un insignificante ejemplo, pues sobre la producción agrícola y los alimentos hay mucho de que hablar: ¿en qué condiciones exportan esos países? ¿Qué aranceles les exigimos para proteger a nuestros agricultores? ¿Quiénes controlan el flujo de la oferta y la demanda de alimentos? ¿Y la fabricación de pesticidas y fertilizantes? Todo está relacionado, así que el tema no debería simplificarse proclamando: “¡No a los pesticidas, sí al cuidado del medio ambiente!”.
En resumen, no se pueden abordar temas complejos con ideas simples cargadas de buenas intenciones. Hay que sopesar muchas variables, mucha información. Y, sobre todo, muchas consideraciones éticas y morales, ponderar muchos valores y opciones políticas y económicas. Nadie puede hacer esto por nosotros. Y nadie debe hacerlo por nuestros alumnos.
En temas medioambientales, como en todos los temas complejos y multidimensionales, debemos plantear a nuestros alumnos debates, reflexiones, trabajos... para que comprendan la complejidad de lo real y no para que se apunten a proclamas bienintencionadas que lo único que persiguen es una adhesión irreflexiva. Creo que ese es el mejor aporte que podemos hacer los educadores para el cuidado del medio ambiente.
Producción agrícola según la FAO
Erradicación del hambre en el mundo
Cumbre mundial sobre alimentación (1996-2015)
Alternativas a los pesticidas
Sobre pesticidas no-tóxicos
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Cuando afirmo que los educadores no deberíamos inculcar consignas –a pesar de estar convencidos personalmente de la bondad de algunas de ellas!- no sostengo una falsa indiferencia o imparcialidad. Simplemente creo que la mejor manera de transmitir valores es contagiarlos a través de nuestro comportamiento ejemplar y no del adoctrinamiento. Como cualquier adulto responsable que tenga conciencia de que la educación es cosa de todos, no solamente de los docentes.